miércoles, 31 de diciembre de 2008


El poder de un plano corto de no más de 8 segundos es incanculable. En la sociedad en la que vivimos, una simple toma en un momento crítico puede tener más poder que jueces, abogados y gobernantes. Y si no, que se lo pregunten al ex-presidente norteamericano Nixon. La humillación pública vivida en las famosas entrevistas con el presentador (que no periodista) David Frost le valieron de castigo por todos sus pecados como presidente, castigo que no había recibido de la ley y ni siquiera de su sucesor.

Es por ello que un sobrio y contenido Ron Howard nos desgrana paso a paso el proceso que culminó en la rueda de entrevistas al ex-presidente Nixon. Con la habilidad de hacer interesante algo que a primera vista no lo es, y es que no a todo el mundo le interesa el proceso de investigación anterior a entrevistas de este calibre. Pero estamos ante algo distinto, como sucediera en 'JFK', la tensión se mantiene durante toda la cinta, como si el dramático final fuera empujando el devenir de los acontecimientos buscando su culminación.

Que este tipo de películas se sustentan en grandes interpretaciones es ya una tradición, pero así es, Frank Langella, a pesar de intentar imitar al original, le aporta su toque original, hace suyo el personaje y comunica con gestos de la cara y movimientos el proceso emocional por el que vive el personaje.

Y sí, a través de la mirada y expresión de la cara podemos llegar a comprender el transfondo emocional de una persona, pero eso se multiplica por cien veces cuando esa cara es tomada en primer plano por una cámara y retransmitida a millones de personas. Y es que la televisión es muy poderosa.

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