miércoles, 21 de marzo de 2007

La juventud española de finales de los 60 y principios de los 70 era diferente, criados en tiempos de represión y turbulencia, se formó una generación de revolucionarios, incorformitas y luchadores. Muchos son los que escogieron el camino fácil y tranquilo sometiéndose al régimen franquista, pero muchos otros los que escogieron pelear por lo que ellos consideraban cómo libertad. Y es cierto, uno puede estar más o menos de acuerdo en las formas (robaban bancos para su "causa"), pero está claro que el trasfondo revindicativo de ciertas acciones bien merecen especial mención.

Y a veces el nombre de uno de estos jóvenes ocupan la primera plana de todos los periódicos, pero no por lo que hicieron, sino por la repercusión que tuvieron sus muertes. Ese es el caso que nos ocupa, Salvador Puig Antich, joven que formara junto con otros el MIL (Movimiento Ibérico de Liberación), y cuya función se limitaba a ser el chófer del grupo, llegando tan sólo a portar armas propias cuando los miembros más destacados fueron detenidos o huían a Francia.

De ahí que la película tenga dos partes bien diferenciadas, una en la que con el testimonio a su abogado del protagonista se nos muestra su período más "revolucionario", alternando electrizantes imágenes de acción con secuencias pausadas, en la que hasta el amor tiene cabida. Y otra, mostrándonos el período que pasó en la cárcel, en la que su relación con el carcelero va estrechándose, pasándo de incomprensión mutua a profunda amistad, y es que pensemos lo que pensemos todos somos seres humanos.

Daniel Brühl hace una interpretación estupenda, siendo de lo mejorcito del reparto junto con Leonardo Sbaraglia en su papel de carcelero, reflejando a la perfección el carácter frío y distante de su personaje, aunque sentimental y frágil en otros. Llegando su caracterización a ser bastante parecido al original, o si no vean la foto.

Destellos de cine puro, quizás ciertos abusos de lugares comunes, pero en ningún momento 'Salvador' no pretende beatificar a su protagonista ni a sus amigos, no cae en sentimentalismos baratos, deja bien claro que el protagonista no quería ser un mártir ni morir por ninguna causa, aunque resucita el espíritu incorformista y revindicador de la época al ritmo de la música de Leonard Cohen, todo un icono del momento.

En definitiva, recomendable para nostálgicos de la época y jóvenes criados en un sistema con ideas ambigüas, en el que nada es verdad y nada es mentira.

Mi valoración: 8

1 Comment:

  1. madreselva said...
    qué encrucijada la de los jóvenes donde como dices: nada es verdad y nada es mentira. Lo que más me angustia de este dilema es lo poco que ha prosperado, (por muy bien organizados los narcóticos) el espíritu de investigación. Me alegra haberlos conocido, por pertenecer a esa minoría que a fuer de ser considerados nostálgicos, investigan.

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