lunes, 22 de enero de 2007

Cuando la electricidad se inventó allá por el siglo XIX, algunos pensaron que era magia, aunque en realidad se tratara de pura ciencia, pero si no había ilusión no interesaba el experimento, la gente aún no estaba preparada para asumir el verdadero alcance de la ciencia.

Esta película esta ambientada (muy bien, por cierto) en el Londres de aquella época, dónde los ilusionistas iban de teatro en teatro del west end sosprendiendo con trucos más o menos elaborados. Una época en la que la frontera entre la ciencia y la magia aún no estaban claramente delimitadas y que por tanto aquel que sabía vender un experimento científico como magía se ganaba el prestigio del público.

Cuando da comienzo la película impresiona bastante, sus primeras imágenes son muy cautivadoras, y generan bastante entusiasmo por ver el resto, entusiasmo que después se va tornando en aburrimiento, sí, aburrimiento, sobre todo cuando llega a su parte central y por tanto principal. Y es que se hace un tanto pesada de llevar, y no por la lentitud del ritmo sino porque el contenido se hace muy difícil de masticar y de digerir. Resalta su gran podería visual, su buena ambientación, y la actuación de sus actores (sin llegar a sobresalientes) con una presencia imponente ante las cámaras, especialmetne Hugh Jackman. Y aunque Christian Bale hace un gran papel, su cara tan poco fotogénica hace que sea un poco desagradable mirarle a la cara, es como si la cámara lo rechazara, y es que como decía mi amigo "tiene cara de cateto".

La película pretende engañar al espectador, cual truco de magia, y lo consigue, pero la lástima es que lo hace por poco tiempo, solo hay que estar muy atentos (tal y como se nos recomienda al principio de la película). Una vez descubierto dónde está el truco (je, je, lo cogéis?), sobra el resto de la película, y en mi caso fue cerca de media hora. Instantes después de mi descubrimiento, la película comienza a desgranarnos el supuesto engaño llevado a cabo y por tanto nos deja bien clarito quién es quién, y que hicieron o qué pasó en su debido momento. No deja nada a las conclusiones de cada uno, a las teorías reflexionadas con una cervecita al salir del cine, nada, te lo desmenuza todo muy bien por si no te habías percatado de algunos detalles. Pero además lo hace a un ritmo muy lento, lo que elimina un climax final apasionante, electrizante y en el que uno relaciona todo lo que ha visto en cuestión de segundos (vease Seven, ejemplo supremo de clímax final).

En definitiva, una película que intenta un truco de magia con el espectador, pero que solo lo consigue por momentos, y encima el mago al final explica su truco, justo lo que no se debe hacer (ya tiene delito la cosa, vamos).

Mi valoración: 6,5

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